Diario El Ciudadano y la Región (Rosario) - Sábado 19 de mayo 2007
El Polaco Abramowski, de
El regreso del Coelacanto,
habla del último trabajo de la banda.
Por Diego Giordano / El Ciudadano
El Regreso del Coelacanto presenta esta noche Bailen giles, su nuevo disco de estudio, el tercero en su discografía. La cita es en Willie Dixon (Suipacha y Güemes), a partir de las 22. Los cinco años que la banda tardó en grabar esta placa no es lo único que la separa de Esperando que caiga la pelota, su antecesora: el Polaco Abramovski y sus muchachos parecen haber aprendido todas las lecciones juntas y lo que antes era una banda de propuesta heterogénea, canciones divertidas y una actitud –por lo menos en apariencia– despreocupada con respecto a los resultados, hoy es un septeto profesional, una pequeña orquesta que suena ajustada y radiable, y que ahora, encima, pela buenos arreglos vocales.
La producción artística de Pablo Romero (cantante de Árbol) tuvo mucho que ver en esta transformación pero el proceso de maduración de la banda del Polaco empezó mucho antes, quizás al final de algún show flojo, cuando –por dar un ejemplo futbolero– el técnico les dijo a los jugadores en el vestuario que en el fútbol hay que darle la pelota a un compañero y no a un contrario. Ahora la banda suena más cómoda que nunca, alternando el punk con el ska y la cumbia, y descubriendo –y dejando en paz– su costado más cancionero, como en “Nena”.
Lo explica mejor el Polaco: “Sutiles, menos redundantes, sin sobrecargar nuestra intención de ser originales, y dejando librado a lo que somos la música que hacemos. Ergo, con menos miedo”. —¿Tienen invitados para el show de esta noche? —Van a estar algunos de los músicos que tocaron en el disco. Tenemos confirmado al Chivo González para que haga el solo de saxo soprano en “Casita” y también para una nueva versión de “El lado oscuro”, que venimos haciendo desde hace unos años, tirando a lo acústico, muy oscura. Vamos a ver cómo sale. Y también Dani Pérez, de Los Sucesores de la Bestia, que hizo el dub en “El lado claro” y también va a tocar en “El sueño del utilero”, que ya lo hizo con nosotros y lo versionó con Los Sucesores. Todavía no confirmamos a Carlos Seminara en percusión, que cada tanto se pone la camiseta Coela que siempre tenemos en cuenta para él.
—Pasaron cinco años entre el nuevo disco y el anterior. ¿Fue un paréntesis deliberado o esos fueron los tiempos del proceso de composición y grabación del disco?
—Se dio así. Nadie quiere estar cinco años sin sacar un disco y yo, personalmente, batallé un tiempo para que hiciéramos un acústico o un EP, pero también atravesamos dos cambios de bajista y en algún momento nos comió alguno de esos baches típicos de una banda como la nuestra, que lleva 16 años soplando para adelante sin tener muy claro adónde es adelante. Hasta que arrancamos y nos topamos con un proceso mucho más largo de lo que preveíamos. La propuesta de incluir a Pablo Romero como productor data de cuando Árbol venía a intercambiar fechas con nosotros, antes de que sacara Guau y se le colmara la agenda. La distancia entre Rosario y Buenos Aires fue otro tema, sumado al poco tiempo. La composición de los temas fue un juego de tire y afloje por correspondencia, con reuniones ultrarrápidas en Rosario o Buenos Aires, y después tire y afloje entre nosotros para ver quién había interpretado lo que “Pablito había querido decir” en función de lo que cada uno quería.
—Una diferencia entre el nuevo disco y su antecesor está en la duración de los temas, es evidente que usaron mucho la tijera. ¿Cómo fue ese trabajo de poda compositiva?
—Fue otro tema que también discutimos entre nosotros, porque con Pablo nunca discutimos. Él tiene una forma muy convincente para trabajar, aun cuando no entendíamos las ideas o no nos gustaban, siempre seguía con crédito. Aprendimos, y no fue fácil, a trabajar una forma de síntesis que, buena o no, fue muy productiva para la banda. Y a eso se sumaron algunas nociones que siempre nos llevó tiempo asimilar pero a las que conocíamos: “En música lo que no suma resta”, repetía Huevo (Alabern, guitarra y voz en el Coelacanto) tratando de orientar la música hacia ahí, pero yo siempre fui muy barroco. Pablito borró al final, tal vez sin saberlo, esas tensiones compositivas con una frase que dijo al pasar: “Ahora en los 2000 los temas duran 2 minutos”. Fin de la discusión. Supongo que la labor de un productor está en limar esas asperezas que entran en contradicción con el rumbo que según él tiene que tomar la banda en un disco. Entonces ahora, que estamos empezando a ver el resultado y nos parece muy bueno, un buen paso hacia adelante, estamos entendiendo nuestra reconversión. Huevo dice, sin estridencia pero con orgullo, que somos más pop: canciones sencillas, en las que se privilegia la letra y la música. Aunque, agrego yo, mantenemos una desprolijidad que nunca nos va a sacar del rock. Incluso en nuestros arreglos e instrumentación. Me parece un buen lugar: sutiles, menos redundantes, sin sobrecargar nuestra intención de ser originales, y dejando librado a lo que somos la música que hacemos. Ergo, con menos miedo.
—Otro cambio importante se nota en el trabajo vocal. Parecen otra banda.
—El día que presentamos Esperando que caiga la pelota, Huevo se me acercó y me dijo al oído: “En este disco mejoramos muchas cosas, dimos un salto de calidad en algunas cosas. Para el próximo tenemos que mejorar la voz”. No te digo que fui inmediatamente, pero la presión de la banda me mandó a estudiar canto. Fui tarde, pero fui. Y voy a seguir yendo cuando pase todo esto, si Sandra Corizzo me sigue guardando mi lugar. Sin querer, en este disco pude cantar con mi voz. No lo esperaba, se fue dando. Me concentré en tratar de afinar, ser expresivo y que se entendieran las letras. Fueron pautas de Pablo y, por supuesto, de mi profesora. Entré al estudio pensando, al revés que la vez anterior, en todo lo que sabía, más allá de ser conciente de lo que me faltaba. Enfoqué mejor y terminé siendo yo, lo cual en algunos temas me gusta y en otros, en fin... falta. Lo que trabajamos mucho fueron los coros. Hace dos años que ensayamos voces Huevo, el Teto y yo aparte de los ensayos. Cuando terminamos el disco esa onda se cortó, pero la vamos retomando. Ese laburo se empezó a notar mucho en vivo, sobre todo en los temas que decidimos arreglar de nuevo. Arreglamos mejor las voces y la banda aprendió a dejarme cantar. Y logramos que se entendieran las letras. Entonces sí, después de mucho tiempo yendo para otro lado, podemos hacer canciones. Vamos a ver cómo seguimos.
—Como en los discos anteriores, la variedad de ritmos es amplia. ¿No temés que esto conspire contra el estilo del grupo? ¿O el estilo del grupo está en la diversidad?
—Lo del estilo del grupo es un problema que tenemos casi desde siempre y no es totalmente nuestra culpa, no elegimos vivir en una cultura que cada vez más tiene que rotular lo que se lleva al buche. Pero en parte también lo es. Yo considero que la banda ahora, por el momento, tiene un estilo más definido que está dado fundamentalmente por nuestro sonido. Esto se dio porque en casi todos los temas se mantiene la misma instrumentación, lo cual se dio naturalmente. Naki se dedicó mucho más al acordeón y dejamos los teclados, por ejemplo, y yo dejé de tocar la guitarra cuando no es necesario. A eso le sumamos nuestra forma de encarar las voces y creo que el estilo está definido. Creo que es interesante hacer canciones sobre distintos soportes rítmicos y melódicos. Eso ya era una marca nuestra, pero ahora están las canciones que antes no detectábamos. Estábamos más pendientes de sorprender con cambios de ritmo, de género, de clima, y es probable que muchos temas nuestros terminaran siendo pastiches cuando podrían haber sido canciones.
“Te conozco de algún lau”, por ejemplo, es una canción que yo compuse desde otro lado. Estrofa, riff celta, ritmo tumbadito. Huevo le puso la base rítmica en 3/4 pero dejó la voz y la armonía en 4/4. Es bastante rara, pero para todos los que la escucharon es una canción. Fue la primera canción que un grupito del público coreó entera en un show, y yo estaba preocupado porque no me acordaba la letra y siempre decía cualquier cosa. Ese día –en realidad me llevó más tiempo– entendí que puedo hacer canciones respetables pero para eso era imprescindible que yo las respetara.
—¿El que no baila es un gil?
—Yo tampoco soy de bailar, aunque me gusta. Creo que no bailo por tímido, aunque durante años fue una pose: sólo bailaba rock. Hoy de alguna manera creo que no era ajeno al mundo de los giles, aunque no compartiera la pista con ellos. Prefiero pensar que todos somos giles, y el que cree no serlo, lo es todavía más. Es más fácil mejorar si aceptás que sos un gil. No es difícil dejar de ser un gil, pero es imposible si uno no lo asume primero. Esto no tiene nada que ver con la canción, pero creo que “Bailen giles” quiere decir muchas cosas que todavía no alcanzo a ver. Quiere decir, obviamente, lo que quiso decir Huevo, que resultó ser exactamente lo contrario a lo que yo entendía cuando la grabé. Eso debe querer decir que cada uno lo puede tomar como se le cante. Termina siendo una muestra más de nuestra apertura: que cada uno piense lo que quiere, que no tengan miedo de escuchar un reggae, después algo punk medio celta, después algo latinoso y que le guste igual, si es que le gusta, aunque no sepa qué nombre ponerle. Que piensen por sí mismos, y si nos quieren, mejor. Creo que nuestra música tiene siempre algo para darle al que escucha, aun cuando tengamos que seguir mejorando. Y el tiempo dirá si nos queremos deshacer de ésa y otras complejidades. Yo no lo descarto, porque esa apertura es parte de la libertad con la que queremos encarar nuestra música, y entonces si se nos cantara hacer un disco entero de folk celta (nunca sería exactamente eso) desaparecería, por un disco al menos, el problema del rótulo.
Fuente: Diario El Ciudadano y la Región
Saturday, October 27, 2007
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